El corazón de mi suegro, Rab David Carciente z’l

?איזוהי דרך ישרה שידבק בה האדם
.רבי אלעזר אומר, לב טוב
La Mishná en Pirqué Abot 2:9 cuenta que Rabbán Yojanán ben Zakai encomendó a 5 de sus alumnos una misión poco común, pero muy importante. “¿Cuál es el camino correcto por el cual un hombre se debe conducir?“ Rabbán Yojanan se estaba refiriendo al carácter del ser humano. Los Jajamim entendieron que nuestro carácter se puede y se debe cambiar y mejorar. La pregunta entonces fue, ¿cuál es el area principal de nuestro carácter que debemos perfeccionar? Los alumnos regresaron luego de un tiempo y cada uno contó lo que descubrió: “Ribbí Eliezer dijo: tener un buen ojo”, es decir, el altruismo y la ausencia de envidia. “Ribbí Yehoshua dijo: tener un buen amigo”, ya que nuestras amistades ejercen una gran influencia en lo que hacemos, pensamos, valoramos, etc. “Ribbí Yosé dijo: tener un buen vecino”. Ya que el vecindario en el cual vivimos va a determinar la comunidad a la cual pertenecemos, las amistades de nuestros hijos, sus escuelas, etc. “Ribbí Shimón dijo: prever lo que va a pasar”. Es decir, predecir las consecuencias de nuestros actos y acciones futuras y no actuar impulsivamente.  “Ribbí El’azar dijo: tener un buen corazón”, refiriéndose evidentemente a la bondad, la calidez y la empatía. Rabbán Yojanán ben Zakai concluyó que esta última característica, “un buen corazón” era la más válida de todas. Y a mí siempre me quedó la duda. ¿A qué se refería Ribbí El’azar ben Araj con un buen corazón? ¿Por qué elegir la bondad y la calidez por encima de todas las demás opciones? “Un buen corazón” parece cliché, una expresión que suena muy bien pero que, a diferencia de todas las demás opciones, no dice mucho…
Y aquí es donde el carácter y la personalidad de mi querido y distinguido suegro, Ribbí David Carciente, hace posible entender este tema.
El corazón de mi suegro se notaba, en primer lugar, cuando saludaba a una persona. Porque mi suegro no “saludaba” a la gente: la bendecía. El nombre de HaShem salía de sus labios acompañado de un sinfín de buenos deseos y plegarias para que HaShem “lo jadee (=le salve a uno) de todo lo malo”. Los seres humanos necesitamos afecto. Y de alguna manera, mi suegro lo percibía y tenia reservas emocionales sin límites para satisfacer a los demás, sin pedir nada a cambio.
Ribbí David abría su corazón sin distinguir entre el que tiene más y el que tiene menos, o entre el sabio y el ignorante, o entre un vecino y un dignatario. Hombres, mujeres, niños, ancianos, judíos o gentiles, él saludaba y trataba con afecto, calidez y una dulce e interminable sonrisa a conocidos y a extraños.
No necesitaba hacerse escuchar, pero no podía resistir interesarse sinceramente por el otro. Y su sinceridad nunca  pasaba desapercibida. Recuerdo viajar con él en taxi, en Ashdod, Montevideo o Nueva York. Era una experiencia espiritual. Porque inevitablemente cuando terminaba el viaje, ya se había desarrollado una amistad entre el taxista y mi suegro. Y vi muchas veces que, al darse cuenta que no había llevado a un pasajero más, el taxista se bajaba a abrirle la puerta a mi suegro (en Israel he visto como muchas veces le besaban la mano). Y mi suegro se despedía “echándole un misheberaj” (=bendiciéndolo) como si se hubieran conocido de años…
Su presencia siempre se notaba y dejaba un impacto muy profundo en los demás. Sin importar el estado de ánimo de la otra persona, una vez que alguien se encontraba con mi suegro, se contagiaba de su alegría y se rendía a su calidez. Su tono amable, su grave y dulce voz, hipnotizaban. ¡Imposible no percibir su buen corazón!
Su corazón también se manifestaba cuando rezaba. O cuando leía la Torá. Recuerdo que una vez, mi suegro llegó a la comunidad CHALOM en Buenos aires para el Berit Milá de uno de mis hijos (mi suegro, que aparte de rabino era Shojet, Jazán y Mohel, hizo el Berit Milá de todos sus nietos, y casi todos sus bisnietos). Era la Perashá de Vayigash, y mi suegro, experto ba’al qoré, fue invitado a leer la Torá. Esta Perashá cuenta el dramático desenlace de la historia de Yosef y sus hermanos. Y está cargadísima de emociones. El climax ocurre cuando Yehudá pide clemencia al virrey de Egipto, sin saber que era Yosef, y Yosef, finalmente revela su identidad a sus hermanos. La Torá dice: “Y YOSEF YA NO PODIA CONTENER…(su llanto)”, pidió a todos los egipcios que salieran y los dejaran a solas. Yosef se acercó a sus hermanos y les dijo: “YO SOY YOSEF. MI PADRE ¿SIGUE AUN CON VIDA?. Y SUS HERMANOS NO PUDIERON RESPONDERLE….” . Cuando Ribbí David leía estas lineas ולא יכול יוסף להתאפק… su tierno corazón se estremecía. Y se identificaba a tal punto con lo que estaba leyendo que, como Yosef, no podia contener su emoción. Su profunda voz se quebraba, sus palabras se entrecortaban…. y se ponía a llorar.  Recuerdo que ese Shabbat todos los que estaban allí presentes quedaron enmudecidos. No entendían lo que estaban viendo y escuchando. Y entonces sucedió algo que nunca olvidaré: todos los presentes se pusieron a llorar al escuchar el llanto de mi suegro.… nadie sabia lo que pasaba, pero ¿quién podía resistirse al escuchar llorar a Ribbí David? El presidente de Chalom, Sr. Salomón Notrica z”l, se acercó a mí con lágrimas en los ojos, y creo que un poco alarmado, y me preguntó con toda inocencia: “Rabino Bittón ¿Qué esta pasando? ¡¿Qué esta pasando?!¿Por qué estamos todos llorando?”. Y cómo le iba a explicar a Don Salomón la increíble ternura del corazón de mi suegro, que no podía dejar de emocionarse como un niño que escucha por primera vez la historia de Yosef.  Cómo explicarle a otras personas que mi suegro no estaba leyendo la Torá: la estaba viviendo. Como si estuviera allí, presenciando lo que ocurre. O como si él fuera Yosef, o uno de sus hermanos. O Ya’aqob Abinu, que se entera que su querido hijo Yosef está vivo. O escucha que por fin sus hijos se reencuentran y se perdonan… y llora de felicidad….
El buen corazón de Ribbí David se ha detenido, pero su ejemplo seguirá inspirando a generaciones.
Rab Yosef Bittón
Desde Ashdod, ISRAEL.