PRINCIPIO 3: ¿Cómo visualizar a Dios?
«… שהבורא יתברך אינו גוף, ולא ישיגוהו משיגי הגוף ואין לו שום דמיון כלל».
La semana pasada comenzamos a estudiar el tercero de los 13 principios de la fe judía: «Dios no tiene cuerpo, ni se le pueden atribuir condiciones o características humanas.»
Este punto fue en la antigüedad tanto o más revolucionario que el monoteísmo. Ya que en el mundo pagano todos los dioses eran representados con figuras humanas . Los dioses nacían, morían, peleaban, tenían apetitos insaciables y una gran sed de poder. En cierta manera, esos dioses eran concebidos a imaginen y semejanza de aquellos que los servían. Para la mentalidad pagana, un dios invisible era un dios inconcebible.
Ahora bien, la Torá varias veces habla de Dios en términos humanos. Por ejemplo, la mano de Dios; el brazo de Dios; los ojos de Dios, etc. La tradición judía explica que estas son sólo metáforas, expresiones cuya finalidad es hacer el texto Bíblico accesible aún a las mentes humanas más simples, para las cuales es muy difícil absorber conceptos abstractos.
Existen muchas traducciones de la Torá, a todos los idiomas. ¿Sabe Usted cuál es la traducción oficial de la Torá, de acuerdo a la tradición judía ? Es la traducción al arameo escrita por Onquelos haGuer («Onquelos el prosélito», año 35-120 de la era común), compuesta bajo la supervisión de uno de los más grandes rabinos de la época talmúdica, Rabbí Eliezer haGadol. A esta traducción se la llama alternativamente «Targum» («la traducción», por excelencia), «Targum Onquelos» o «Targum Didán», este último nombre significa, «Nuestra traducción oficial» .
El Targum tiene como primer objetivo decodificar los antropomorfismos, es decir, explicar a qué se refieren las expresiones que aparentemente atribuyen a Dios una imagen humana. Así, por ejemplo, el brazo de Dios se puede referir a Su poder; la mano de Dios, a Sus milagros; los ojos a Dios, a Su permanente supervision sobre los seres humanos, etc. De esta manera, y a través del Targum, los Jajamim nos enseñaron que no debemos atribuir a Di-s ninguna imagen ni semejanza humana, a pesar de las aparentes referencias Bíblicas.
Otro punto importante: en la Torá dice que HaShem creó al hombre «a Su imagen y semejanza». La tradición judía, fiel a su rechazo al antropomorfismo, explica que la imagen y semejanza Divina que el ser humano posee no es corporal. Se refiere a que los seres humanos, a diferencia de los otros seres vivos, fuimos dotados del libre albedrío. Tenemos impulsos pero no estamos limitados a éstos, podemos dominarlos. Podemos elegir entre hacer el bien y hacer el mal. Ese poder, esa libertad moral, es la que nos hace semejantes a Di-s, que es el epítome de la libertad («Todopoderoso», que todo lo puede hacer).
En este tema queda una cuestión que muchas veces me han preguntado: Si Di-s no tiene una imagen, ¿cómo puedo pensar en Di-s cuando le rezo a Él? ¿Está mal imaginarse a Di-s?
Imaginarse o visualizar a Di-s como un angel, o un anciano o un gigante, es propio del paganismo. Esas personifcaciones son un reflejo engañoso de nuestra imaginación, que proyecta en Di-s atributos humanos a un nivel superlativo. ¿Qué hacer entonces cuando nos comunicamos con Di-s, le rezamos a Él, y de alguna manera necesitamos proyectar en nuestra mente alguna imagen? Creo que la respuesta es muy sencilla. Cuando nos referimos a Di-s, los judíos decimos «HaShem», lo que en hebreo significa «El Nombre». Como diciendo «Aquel cuyo nombre es inefable». De aquí que si nos es imposible abstraernos, o concentrarnos sin visualizar una imagen concreta en nuestra mente, podemos visualizar el Nombre de HaShem, es decir las letras hebreas de Su nombre.
En resumen, es un principio fundamental de la fe judía saber que Di-s no tiene ni cuerpo, ni imagen, ni semejanza alguna con lo humano. Los atributos humanos que describe la Torá son meras metáforas, expresiones que hacen la Torá accesible a los niveles más básicos del entendimiento humano.
Es tanta la distancia entre la realidad Divina y la humana que la forma en la que el pueblo judío se refiere Di-s es llamándolo HaShem, «El Nombre». Cuando rezamos, debemos abstraernos de proyectar , y debemos evitar que se filtre en nuestra imaginación, cualquier imagen o figura que personifique a HaShem. Sin embargo, visualizar el nombre de HaShem, las letras hebreas de Su nombre, es una forma aceptada de pensar en Di-s.