Los nombres con los cuales llamamos o nos referimos a HaShem tienen mucho que enseñarnos respecto a nuestra Emuna. En primer lugar vale la pena aclarar que al decir EMUNA no me refiero a creer en la existencia Dios o cuánto debemos confiar en HaShem (esto último se llama «bitajón»). En este caso me estoy refiriendo a EMUNA como «aprender cómo pensar en HaShem». Ya que muchas veces, quizás involuntariamente, le atribuimos a HaShem condiciones humanas, imagenes o representaciones, etc. que reflejan los que somos nosotros, no lo que es Él. Esa forma de pensar en HaShem es incorrecta. La estrategia judía es pensar en HaShem a través de Sus nombres. Cada uno de Sus nombres, rigurosamente formulados por nuestra Torá o por nuestros Jajamim, tiene algo muy importante para enseñarnos respecto a HaShem. Cuando pensamos en Dios a través de Sus nombres no visualizamos una imagen sino una idea.
Previamente explicamos el nombre TSUR. Hoy explicaremos el nombre ABINU, «Nuestro Padre».
El primero que se refirió a HaShem explícitamente como «nuestro Padre» fue Yesha’aya haNabi (64:7) cuando dijo, «Y ahora [declaramos] HaShem, que Tú eres nuestro padre. Nosotros somos como la materia prima, y Tú eres Quien nos da forma. Todos nosotros somos la obra de Tus manos».
La razón mas obvia que llamamos a HaShem «nuestro padre» es porque Él nos dio la vida. HaShem es literalmente nuestro «progenitor». Los Jajamim dicen que hay 3 socios en la creación de una persona. El padre, la madre y HaShem. ¿Cuál es la diferencia entre lo que nuestros padres terrenales nos dan y lo que nos da nuestro Padre Celestial? En mis propias palabras, todo lo que permite que nustro cuerpo funcione pero es inmaterial o invisible a los ojos, es la parte Divina. Nuestra energía vital o «neshamá», la diferencia fundamental entre el cuerpo de un ser humano vivo y ese mismo cuerpo sin vida, eso es lo que nos da HaShem. Cuando nacemos, es como que HaShem repite el acto original de la creación del hombre, en el cual Él insufló la vida, la energia vital, en un cuerpo terrenal.
Cuando decimos ABINU debemos pensar en HaShem como nuestro creador.
Para diferenciarlo de nuestros padres («padre» aquí significa progenitor, o sea, padre y/o madre) a veces llamamos a HaShem ABINU SHEBASHAMAYIM, «Nuestro Padre Celestial», una expresión que otras religiones tomaron prestada de nuestra liturgia («Padre Nuestro….»).
Esta particular manera de dirigirnos a D-s nos recuerda que Él es «nuestro Padre» en el sentido de «Creador», Él es Quien nos dio la vida. También explicamos que Abraham descubrió (o des-cubrió) otro nivel más profundo de esta palabra «ABINU»: que Dios nos ama como un padre ama a sus hijos. Se interesa en nuestro bienestar. Se preocupa por nosotros.
La visualización de HaShem como un padre que quiere a sus hijos es también muy útil para entender lo qué es Matán Torá (la entrega de la Torá) en este contexto. Los rabinos siempre han señalado la conexión entre el amor de HaShem y el hecho de que Él nos entregó la Tora, por ejemplo, en las dos bendiciones que decimos antes de la Shemá, cada mañana y cada noche.
Veamos cómo se expresa esta idea en la berajá «Ahabat Olam», que decimos todas las mañanas
AHABAT OLAM AHABTANU …
«Tú nos amas con un amor eterno», esto quiere decir que el amor de Dios por nosotros no es condicional. Que al igual que papá o mamá, HaShem nos quiere incluso cuando nos portamos mal, e incluso cuando nos castiga por nuestro mal comportamiento. HaShem puede enojarse con nosotros, pero siendo que Su amor por nosotros es eterno, al igual que un padre, nunca nos rechazará ni abandonará.
VATELAMEDEMO JUQE JAYIM...
«Le enseñaste a [nuestros antepasados] las leyes de la vida, para que hagan Tu voluntad con todo el corazón». Aristóteles pensaba que su dios creó el mundo, pero lo abandonó. Aristóteles quería decir que su dios se comportó con crueldad, porque dejó a sus criaturas sin ninguna dirección, sin ninguna indicación de lo que se debe hacer, de lo que es correcto a sus ojos, o con qué propósito creó a los humanos. La Berajá «ahabat olam» afirma que HaShem nos dio «las leyes de la vida», o sea, la Tora que contiene todas las indicaciones que necesitamos para vivir una vida de acuerdo a Su voluntad. Gracias a la Torá sabemos lo que Dios quiere de nosotros, y cuál es nuestro propósito en este mundo. Nosotros los judíos consideramos la entrega de la Torá como el regalo más grande que recibimos de HaShem. Un acto de amor de D-s hacia nosotros.
VETEN BELIBBENU BINA …
Ahora, después de que reconocemos/agradecemos que HaShem nos dio Su Tora, le pedimos que nos brinde las herramientas intelectuales necesarias para estudiar Su Tora. «Concédenos en nuestros corazones [= mentes] la inteligencia para discernir, comprender, entender, aprender y enseñar, mantener y observar todos tus mandamientos con amor». Tú nos amas como tus hijos, nosotros te amamos como nuestro Padre. Declaramos que nuestro objetivo final es acercarnos más a Ti, para vivir de acuerdo a tu voluntad. HaShem nos dio la Tora, porque el papel de un padre no termina cuando trae un hijo a este mundo. Un padre debe educar a sus hijos. Les debe mostrar la manera correcta de vivir y hacer el bien. La entrega de la Torá, que se describe en detalle en la Parasha de esta semana, es por sobre todo un acto de amor «paternal».